No conozco una palabra tan cargada de sentidos como la palabra amor.
El amor es tantas cosas que ya no sé sabe muy bien qué es.
El amor es la fascinación por algún otro que supuestamente nos completa. Esa metáfora de la media naranja. El amor verdadero implicaría en tal caso el descubrimiento de nuestro YO más completo que estaría contenido en otro.
El amor es también esa idea burguesa, ese manojo enorme de lugares comunes, donde se encuentran al mismo tiempo los besos apasionados, los bombones, las flores y la telenovela cursi de las 4 de la tarde.
Amor es el de Romeo y Julieta y también el de Marge y Homero Simpson.
Cuando se habla del amor se suele decir de él que es un sentimiento fugaz, una fascinación efímera. El combustible del amor se agota rápido. Parece ser que el engranaje que mueve la maquinaria sentimental del ser humano tiene una vida útil corta. El amor y su intenso fuego que arde y quema corazones, su combustión rápida y explosiva.
El amor con sus tristezas y sus felicidades:
Triste cuando el amor se convierte, solamente, en el consumo y confort de un otro. Triste ese amor idealizado como perfecto, sin complejidades ni complicaciones.
Feliz amor adolescente, fugaz como un rayo, potente y luminoso. Felices besos eternos de aquel amor trabajosamente conquistado.
La carga poética de la palabra amor, la carga cursi de significados, esa gran abundancia pasional de la palabra amor. Love, love, love, All you need is love. Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía, no vas a regatear.
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