Comunicar con un gesto todo el repertorio del odio.
Que una mirada sea una patada en la quijada y el silencio una sucesión de puteadas argentinas.
Que guiñar un ojo implique prender fuego el mundo y rascarse la cabeza una fiesta de codazos en las narices.
Y es que a veces hay que violentarlo todo sin recurrir al palabrerío inútil de los pacifistas extrovertidos, de los chamuyeros, de los… ¿porteños?
Y es que hoy me sirven más las miradas, los gestos, los susurros, los ruiditos de fastidio, el disgusto provinciano introvertido.
Que el gemido de los vecinos cogiendo produzca orgasmos en los tímpanos del mundo y un despertar brusco en el placer dormido de la dormida sociedad pacata.
Que once mil revoluciones se libren al mismo tiempo para que por fin el mundo se ponga patas al revés y pisemos con la cabeza y pensemos con los pies.
Que se abran las compuertas del llanto y las de la risa y que nos inunde un tsunami esquizofrénico y perdamos la cordura para siempre.
Y comunicar con los ojos lo que grita la mente y lo que susurra el alma y empacharnos de empatía…y simpatía…y telepatía.
Que se pudra y descomponga todo, que el moho prospere junto con todo el reino fungi, que las esporas se dispersen por todo el planeta y que incluso salgan de éste y lleguen a la Luna y a Marte.
Que todo, todo, absolutamente todo, se vuelva loco…
Que la respiración se vuelva un proceso de naturaleza optativa, de dinámica anatómica electiva, que uno tenga la opción de inhalar por las rodillas y exhalar por las axilas.
Que nuestra dinámica alimenticia se vuelva flexible y nos permita por fin alimentarnos de la luz de la luna creciente y de la constelación de Orión un sábado a la noche después de bailar un cuarteto.
Dejar de leer pasivamente y pasar directamente a la acción, meterse adentro de los libros y cagar a piñas a los personajes, sobre todo cuando el personaje se llame Carlos Argentino Daneri.
Que nuestro paradigma sea carecer de paradigmas, que la ausencia de ejemplos sea un muy buen ejemplo.
Arrojarse al vacío sin darle tanta importancia a la ley de gravedad, que tan feo puede ser el golpe, que le hace una mancha más al dálmata.