Dejó caer un silencio y nadie oyó como se rompía en mil
pedazos. Y es que en aquel tiempo, nadie tenía oídos para oír lo verdaderamente
importante.
Era un silencio aturdidor en el océano de los ruidos.
Un alma muda que emitía luz y sombra y nunca llamaba la
atención.
Necesitaba gritar para que se alborote el mundo, pero
otro era su idioma. Lo que él decía o quería decir no estaba hecho de palabras.
Estaba hecho de...aun no se sabe qué.
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