La tarde dibuja pensamientos. La música que sale de los
parlantes los pinta de colores chillones. El ruido de los motores de algún camión
que pasa veloz e imponente sobre la calle de piedra envuelve el ambiente de un
caos sonoro propio de las grandes urbes. Pero vivo en un barrio humilde alejado
del gran desorden organizado del mundo. En estas tardes me las paso abrazado a
soledades. Gritando silenciosos sueños. Imaginando mundos donde caben mis planes
y mis proyectos de ave que vuela infinitos universos.
Se me angustia el alma y se me acelera el tiempo. Pienso
en la muerte, me pregunto por lo que fue y por lo que pudo ser y no fue. Saco
conclusiones calculando actitudes que nunca tuve, multiplicando oportunidades
que nunca llegaron a darse o nunca supe darme.
Medito y pienso emocionalmente. Mi corazón sufre de mi reflexiva
manera de ser. Mi corazón siempre esta cargando el peso pesado de mi ser. Mi corazón
me sufre.
Tardes existenciales de practicidad cognoscitiva de mi yo
mas autentico. Tardes donde la música me evoca recuerdos de todo tipo y
cualquier ruido se hace sinapsis. Son las tardes que me gustan. Las tardes
ganadas. Porque aunque me angustie o la tristeza me habite por un instante me
pregunto y me conozco. Y cada tarde de estas tardes me conozco un poco más y me
acerco a mí mas adentro.
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