viernes, 26 de septiembre de 2014

Ella escucha de todo. ( parte 1)

Ella dijo "yo escucho de todo, desde Romeo Santos hasta La Renga" y una fuerza sobrenatural y maligna me surgió desde adentro y quise matarla rociándole nafta y prendiéndola fuego.
Ella se dio cuenta de que esos comentarios me irritaban y comenzó a cantar:
Y si te invito a una copa y me acerco a tu boca…Si te robo un besito, al ver que no vas conmigo…♫ mientras me miraba estirando la trompa con ojos que invitaban al beso.
¿Que podía yo hacer? Ella me gustaba demasiado y no podía decirle que odiaba esa música y que el mundo me parecía una mierda mientras existiesen ese tipo de cantantes pop con vocecitas amariconadas y esas liricas cursis que invitaban constantemente al vomito.
La tenía frente a mí y la miraba de reojos, casi con espanto, horrorizado por su belleza. Le hablaba cada tanto y la voz me salía entrecortada.
Pero para que entiendan mejor la situación, debo primero torcer el espacio-tiempo y trasladar mi mente al pasado, no tan pasado, tres años atrás.
Era el primer día de la facultad, algo nuevo para mí. Decidí una carrera que parecía prometedora y que luego al poco tiempo me aburrió. Yo creía todavía, en ese entonces, en un mundo que si bien estaba mal, era modificable. Así es, un planeta tierra que agonizaba producto de la contaminación y la mano codiciosa del hombre, y que había que salvar. Por lo tanto yo tenía pensamientos e ideales “verdes”, creía en la ecología y en el crecimiento sostenible y toda esa serie de mentiras impracticables. Licenciatura en protección ambiental. La verdad que ahora el nombre de esa carrera universitaria me hace reír un poco. Pero bueno, como les decía, era el primer día y llegué un poco tarde porque el colectivo que me llevo iba, por razones que desconozco, fuera de horario. Entré al aula bastante tarde, unos 20 minutos después de comenzada la clase. La materia: introducción a la química orgánica. Como cualquiera que llega tarde, siempre se trata de hacer el menor ruido posible, lo cual aumenta la sonoridad de cualquier cosa. La puerta que abrí para entrar hizo un chirrido espectacular e inmediatamente todos se voltearon a mirar. Creo que en ese momento mi timidez alcanzó dimensiones grotescas. Decir que me puse rojo como un tomate es poco, la verdad es que mi cara tenía el color de la sangre misma. Lenta y torpemente arrastre mis pies y trate de buscar con la mirada un lugar vacío. Pero buscar un pupitre en esa maraña desordenada de humanidades resultaba frustrante. Mientras me movía zigzagueante entre la multitud de estudiantes, la profesora, algo impaciente, proseguía con la presentación de la materia y los objetivos de su cátedra. De pronto, vi un delgado brazo de mujer que se agitaba en el fondo y que parecía llamarme. Así era, una chica en el fondo me invitaba o mejor dicho me indicaba que al lado de ella había un lugar disponible para un boludo como yo. Apresure mi marcha y por fin llegué. No miré a la chica, lo primero que hice fue arrojar mi cuerpo pesado y nervioso sobre el asiento y dejar mi mochila a un costado.
-Hola, me llamó Martina- Dijo, con una voz dulce que se hacia pequeñita para no hacer escandalo.

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