sábado, 17 de mayo de 2014

La insoportable frustración del ser

La noche duerme silenciosa. Hay un silencio desnudo danzando en el aire.
La hoja del Word tartamudea, el cursor titilante y ansioso quiere gritar.
En la blancura de la página empiezan a volcarse palabras llenas de sombras.
No hay unidad, hay dispersión. Hay letras sueltas que de manera esforzada se juntan para formar palabras.
Palabras vacías, palabras mudas, palabras que no aprendieron a gritar.
Y entonces mi cabeza repite: Sentarse a pensar un poema no es poesía.

La noche duerme silenciosa y el insomnio, que despierta de la siesta, nada en los mares del silencio.
Hay un latir lento en el corazón de los recuerdos, una respiración nostálgica en la memoria.
La mente dinamita todo lo que toca. En cualquier momento un estallido de reflexiones prende fuego al poema.
La musicalidad fracasa y la insoportable frustración del ser lo hace arrojar palabras por doquier.

La noche duerme silenciosa. El tic tac del reloj, los quejidos de la heladera, el ruidito de las teclas al escribir, el hermoso musical de los silencios nocturnos.

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