domingo, 13 de octubre de 2013

Domingo suicida.

Guitarras cantándole al desorden, guitarras caóticas que organizan el rocanrol de mi vida.
La inevitable brevedad del ser, la angustia convertida en ocio abrumador.
La semana agotadora, las tardes de sábados ebrias de soledad, los domingos suicidas gestándose.
Todo esta como para dar el gran golpe, todo listo para escapar de la vida.
Suenan de manera agónica las gruesas y pesadas gotas de una canilla mal cerrada, es como un tic tac pero mucho mas lento.
Allá fuera el mundo fluye veloz y sigue haciendo lo suyo, asesinando almas débiles, comiéndose al esqueleto menos gordo.
Estoy metido adentro mío, encerrado en la cárcel que es el cuerpo, mi alma quebradiza rompe en llantos, se me nubla el pensamiento y comienzo a llover por los ojos.
Caen al piso, luego de transitar mi pálida cara, lágrimas que saben que serán las últimas.
Me aseguro de cerrar todas las ventanas, de tapar cada espacio en las puertas por donde pueda entrar el aire exterior, abro con delicadeza cada una de las perillas de la cocina, el gas se libera poco a poco. Me tumbo en el piso luego de poner The Great Gig in the Sky en mi viejo equipo Aiwa.
Respiro pausada y profundamente el aire ya invadido de gas, la muerte logra dormirme. Oigo la última coreada de Clare Torry. Sueño mi vida en dos minutos, se me acaba la luz, se prenden fuego mis sombras, se apaga la vida se enciende la muerte.

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