Tomando en cuenta lo gigantesco del universo, somos un puto y pequeño cumulo de células y reacciones químicas. Pero ese puto y pequeño cumulo es extraordinario. Cuanta singularidad para la tan pequeña cosa que somos. Cuanta grandeza en este montoncito de polvo de estrellas que se pregunta por la nada y por el todo.
Lo bueno de este mono extraviado que soy es que la desorientación que me es inherente es la misma que me permite ubicarme. Para ser más preciso y aunque suene a frase fácil, lo bueno de perderme es encontrarme.
Pensando pesimistamente.
Sí, soy único e irrepetible, me lo dijeron en la primaria hasta el hartazgo y sin embargo, al mismo tiempo trataban de estandarizarme con esa cosa que llaman educación.
Carne y huesos, procesos biológicos mecánicos. Respirar, digerir, bombear la sangre inútil y llevarla a todos los rincones del cuerpo también inútil.
Pero lo malo no es ser mera biología, lo malo es la conciencia de tal cuestión. Saber que un día el cuerpo flaquea, que los dientes se pudren y los huesos te duelen, que la ceguera te acecha y la sordera te espera, que el pelo se cansa del color y tiende al frío blanco y que las arrugan te pueblan el cuerpo, que nuestro destino es mirar crecer las flores desde abajo.
Quisiera ser una piedra. Una linda e inerte piedra, eternamente ignorante de esa horrible cosa que llamamos vida.
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