viernes, 1 de julio de 2016

¿Quién nos manda a estar pegados al suelo?

A mi cerebro soñador le hace ruido la palabra realidad.
Tengo un corazón haciendo preguntas que nadie contesta.
Mi pesadilla favorita es la de un mundo donde caben todos los mundos menos el mío.
Y me gusta pensar que estar al margen de todo tiene cierta ventaja.
Tengo sueños y consuelos tontos, tengo ilusiones bobas, tengo un niño incrustado en mi mente.
No puedo dejar de jugar a comerme el mundo.
Quiero desatar el nudo que me aprieta el alma.
Liberar mis fantasmas, asustar mis miedos.
Por eso recurro al lenguaje, recipiente de lo claro y de lo oscuro, de lo que puede decirse lisa y llanamente y de lo que sólo puede aludirse.
Y así, de pronto, de la nada, una estruendosa y rítmica melodía de libertad plañidera.
Y el texto y los paisajes se vuelven surreal:
Hay flores, arcoíris, barquitos de metal navegando en el aire.
Hombres dando saltos inhumanos, mujeres proyectando luz gracias a la fosforescencia de sus cuerpos.
La abrumadora complejidad de lo real no me deja pensar en las cosas simples. Debo necesariamente recurrir a los dragones azules y a la lluvia de amapolas.
¿Quién nos manda a estar pegados al suelo cuando existe la posibilidad de levitar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario