Hilvanar las palabras adecuadas para llegar al "te quiero". Tarea cursi y difícil.
La cobardía se apodera del pequeño musculo que late incansablemente.
Tiene ganas de decirle que su carita, y sobre todo su mirada de ojitos risueños, le provoca reacciones químicas en algún lugar de su interior. Pero antes de soltar su sentimiento, quiere hablar de algo distinto. Por supuesto no sabe de qué, cualquier cosa que diga sonara trivial, innecesaria, banal. Entonces aparece la impaciencia y con ella la incomodidad del silencio.
Y entonces decide que lo mejor es simplemente soltar un seco, directo pero apasionado “te quiero”.
Está a punto de decírselo, ya sus manos dejaron de temblar y su mirada se clavó en la suya, pero la inseguridad es un pájaro que viene y va. Baja la mirada y dice algo trivial, algo como “que raro está el clima” y ella lo mira y lo corrige, “el tiempo”…”lo que está raro es el tiempo”.
Andresito la mira y sonríe. Soe lo mira y sonríe. La inseguridad es un pájaro que viene y va y en ese preciso instante la inseguridad se va, dando aletazos rápidos y furiosos, remonta vuelo y se va. Andresito le toma la mano, nuevamente está a punto de decírselo. Ella fija su mirada con toda la ternura puesta en las pupilas de Andresito. Andresito acaricia lentamente su mano. Soe sonríe y encoge los hombros como diciendo “y ahora qué” y es justamente la pregunta que resuena en el oído de Andresito, “¿ahora qué?”, “¿se lo digo o no se lo digo?”. La inseguridad es un pájaro que viene y va y tiene unas ganas tremendas de bajarlo a gomerazos.
Y entonces respira hondo, tan hondo que nunca sintió tanto oxigeno entrando en sus pulmones…y entonces suelta un tímido “sabes qué, Soe…” y entonces Soe lo mira y le toma la mano para que no se detenga y por fin suelte lo que tenga que soltar. Andresito siente su mano y al sentirla la adrenalina se le dispara y también se le dispara por fin ese inevitable y profundo “te quiero”.
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