Escribir, a veces, o casi siempre en mi caso, puede resultar frustrante. Esa frustración tiene razones múltiples. La falta de talento quizá sea la causa principal, o la pretensión de querer decirlo todo y al final no decir nada, no encontrar la forma y que por lo tanto el resultado de lo dicho sea un texto horriblemente amorfo. Y miles de “detallitos” que ahora escribiendo se me escapan.
¿Pero, por qué escribo? ¿Qué razón tengo para llenar de palabras una hoja?
La pregunta es difícil porque ni siquiera sé si hay un por qué. De todas maneras he intentado responderla varias veces, he pensado en eso, y he dado con algunas respuestas que no son definitivas. Escribo porque trato de entenderme. Escribo porque trato de leerme. Porque aún no sé quién soy y quiero conocerme. En ese sentido la escritura se entendería como un instrumento, como un medio para un fin introspectivo. Un acto íntimo con la pretensión de escudriñar mi escurridizo y enigmático interior. Un ejercicio intelectual y artístico, egoísta y personal.
Escribimos para que los que se pierden nos vuelvan a encontrar. :D
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