martes, 29 de septiembre de 2015

La resaca del día después.

Cristian y Nicolás. Tienen los labios morados por el tinto tetra y las pupilas llenas de falopa. Hablan fuerte y casi al mismo tiempo. Sentados junto a la mesa, frente a frente, discutiendo quien sabe qué.
En la mesa y por el piso, restos de botellas de licores blancos y latitas de energizantes, evidencia de que hubo minitas. Claudio duerme desparramado en el piso, sin soñar, sin almohadón ni frazada. El resto, acomodado en los sillones. Rocío y Jorge, abrazados en el sillón dos cuerpos. Santiago roncando en el sillón un cuerpo.
Yo simplemente observo el panorama y sonrió levemente. Busco agua en la heladera, es lo que más abunda. Pareciera que alguien ha previsto la resaca del día después.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Velocidad

No puedo, aun no lo consigo, escaparme de la rapidez del calendario.
Abro los ojos en Enero y en un parpadeo ya es octubre.
¿Tan necesaria será esa rápida velocidad?
¿Qué prisa tienen los relojes, de qué se apuran?
La existencia es flaca, el hombre tiene un hambre que no se puede saciar.
Hay un tic y después un tac, la música de la paranoia del tiempo.
Hay pulsiones encerradas, miedos a punto de estallar.
Mirar el calendario es echarle nafta al fuego.
Nos incendiamos…está bien, me incendio, me hago cargo de la primera persona.
Quiero, necesito que el universo se detenga, pero él no quiere parar, la mecánica del movimiento es su naturaleza, nació para moverse, nació para la velocidad.
¿El universo se expande o se contrae? No importa, en todo caso es movimiento, en todo caso sigue siendo velocidad, qué importa el sentido.
Paren el mundo que quiero, necesito, saltar hacia la nada y ver si hay algo mejor que el todo y su velocidad.
Solo quiero asomarme un poquito sin dar el gran salto. Tanto misterio me abruma, me quita el aliento, me ahoga.
¿Qué prisa tienen los relojes, de qué se apuran, a qué le escapan, a qué le temen?…Creo que ya lo sé: A mí…yo soy el que asusto.

martes, 15 de septiembre de 2015

Accidente

 Me levanté, con pocas ganas y bastante soñoliento. Fue un esfuerzo tremendo para mí levantarme antes del mediodía, pues mi horario habitual, para sumarme al mundo de los despiertos, es comúnmente a las tres de la tarde. Pero el día anterior me había prometido que comenzaría a levantarme más temprano para buscar trabajo y ser una persona “normal”, con dignidad y todo lo que eso implica. 
Abrí la puerta del baño, me dirigí hacia el lavamanos, giré la canilla, puse mis dos manos en forma de recipiente debajo del chorro de agua, me tiré el agua con un golpe seco (mojado) en la cara. Pareció una trompada, pero de esas trompadas que despiertan, no de las que duermen. Frente a mi estaba el espejo. Me sequé con la toalla, agarré el peine y me quise ver en ese espejo. Y entonces descubrí que yo no estaba. O por lo menos no estaba el reflejo de lo que debería ser yo. Es decir, no estaba el Oscar del espejo. Debo confesar que me asusté bastante y repetí la maniobra varias veces buscando el anhelado reflejo. Pero nada, salí del baño bastante confundido, con un leve dolor de cabeza y la visión un tanto nublada.
Traté de tranquilizarme. Fui hacia el sillón y me senté. El televisor estaba prendido, creo que estuvo prendido toda la noche. Y de pronto al ladito mío, la vi. Una mujer de una hermosura indescriptible. Mirándome fijamente dijo: “es hora de que me entregues tu alma, se acabó el tiempo” y sonrió con una hermosura diabólica.
En ese momento mi cuerpo se enfrió, se me congelaron los pies y comencé a temblar. Me quedé estupefacto, me costó reaccionar. Cuando pude hacerlo hice lo que cualquiera tiende a hacer cuando ve que los hechos carecen de coherencia. Inmediatamente pensé: “esto es un sueño…o lo que es peor, una de esas pesadillas de imágenes nítidas y escenas escalofriantes”. Pero no, no era un sueño ni una pesadilla. Si lo hubiera sido, el acto seguido de darse cuenta que estás soñando es el despertar aterrado y sentirse aliviado luego de percatarse que estás en tu habitación, en tu cama. Pero no. Ahí estaba ella, ahí estaba yo.
Había un zumbido en mis oídos, se oía como una melodía extraña. Y entonces ella me habló otra vez: “Todos duermen pero ya nadie sueña. Las almohadas están vacías, ya no contienen ilusiones”.
Me sentí como hechizado por su voz y como por obra de algo mágico mi cuerpo y mi mente se relajaron y entonces dije, como queriendo refutarla: “Es que nos obligan a padecer esta pesadilla llamada realidad”
Ella contestó: “el fuego está listo, solo falta que saltes hacia él”
Y entonces repliqué: “No me gusta este infierno pero creo que tu cielo contiene demasiados espejismos”
Ella sonrió y esta vez su sonrisa me pareció menos diabólica y más angelical y entonces dijo:
“Oscar, todo es un espejismo. De hecho yo no existo y vos tampoco. Esta charla, que te parece absurda, es solo un pensamiento de Dios, una idea más de las infinitas que habitan en la mente del creador de lo infinito. Soy Dios y vos también lo sos, ambos somos Dios”.
Eso es más o menos lo que recuerdo. Sé, estoy convencido de que no fue un sueño, pero no sé cómo explicarlo o cuales son mis fundamentos para afirmarlo. Cuando mi padre me encontró estaba recostado en el sillón, la tele monologaba bla bla bla, mi cuaderno de poemas, la lapicera en mi mano, un texto a medio terminar con la siguiente frase tachada: “Todos duermen pero ya nadie sueña” y un haz de luz que entraba por la ventana y recorría la distancia hasta llegar al sillón y me pegaba directo en la cara.
Mi hermana que estudia medicina (está en primer año hace dos años) dice que ese haz de luz aportó la cantidad de estrés necesaria para que se desate aquella patología, aquel ataque tan famoso que la ciencia médica llama ACV, accidente cerebro vascular. Y nada, estoy aprendiendo a caminar de nuevo.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Tus ojos en mi mirada, mi mirada en tus ojos.

No nos dijimos nada, pero ambos supimos que éramos el uno para el otro. Y es que las miradas hablan más que las palabras. Y ese día nos miramos mucho.
La música cadenciosa de la gestualidad: nuestras manos inquietas, los pies inseguros y movedizos, queriendo escaparnos ante la sorpresa del sentimiento, pero también con ganas de quedarnos para averiguar la veracidad de la experiencia.
A lo lejos una guitarra susurraba palabras de amor. Era una banda de Rock ensayando la canción para la revolución.
El planeta giraba pero nuestras miradas estaban fijas. Sus ojos en mi mirada, mi mirada en sus ojos. El mundo se movía y nosotros nos movíamos con él. Impulsados por la inercia de un latido distinto, por esa novedosa alegría en el pecho, con los corazones al palo, sintiendo todo el peso de la eternidad del instante, inmortalizados en la fugacidad de aquel minuto.
Si el amor quiere devorarnos bienvenido sea. Sé que no dijimos eso, pues no recuerdo que pronunciásemos palabra, pero sentí que esa era nuestra conclusión y entonces nuestros labios impactaron.