Ese precioso ejercicio lúdico de ponerle alas a la realidad.
Esa manía de dejar que a los sueños les crezca la barba, de verlos envejecer y disfrutar de su lenta mortandad.
De ilusiones y de chocar de frente con la decepción, de eso más o menos se trata la vida.
De venderle tu alma al rutinario tedio y tratar de entretener a tu oxidado cerebro.
Mirar el cielo que te tocó y ver nada más que azul y solo azul y que tus ojos se aburran.
Imaginar aves voraces que se comen el mundo como si fuera un gusano.
Almas vacías teorizando sobre la nada que nos mueve, corazones temblando más de miedo que de frío.
Ese delirio constante que te aplasta la razón, a él lo necesito. A ese hermoso delirio que salta de neurona en neurona y juega al niño que todavía soy.
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