Sobre la naturaleza.
El sol arde silenciosamente mientras la música de la brisa hace danzar a los arboles.
El rio fluye armónicamente mientras el aleteo de la libélula se le suma para aumentar la cadencia.
Una quietud impresionante precede al caos, una bandada de palomas que picotea el suelo decidió que la hora del desayuno terminó.
No entiendo por qué el sol arde tan silenciosamente cuando lo más coherente seria que crepite escandalosamente.
Las estrellas están cansadas de que las usen como metáforas, ellas solo quieren ser estrellas.
A la luna no le entra una sola cursilería más. Han depositado tanta dulzura en ella que creo que su singular blancura es por todo ese azúcar que le pusieron.
¿Y si el arcoíris fuera en blanco y negro, si tuviéramos los ojos y la mirada de un perro, nos parecería tan hermoso o seguiríamos pensando solamente en huesos?
Sobre los pensamientos.
Los pensamientos son una forma audible del silencio.
Los pensamientos se cansan de tanta realidad y se convierten en sueños.
Mi cabeza es un nido donde crecen ideas con alas.
La razón de ser de una idea alada es llegar a ese cielo donde se funden los arcoíris.
Hay que abandonar el método de la lluvia de ideas y empezar a probar con las tormentas de sueños.
Sobre una música
Una música alada, un poema marino
Un oyente que vuela, un lector nadando.
De mundos invisibles se nutren los ojos del alma.
De calladas melodías y silenciosos rugidos de mariposa.
Una canción pájaro, un poema pez.
Un oyente con plumas, un lector con branquias.
Sombras incandescentes que prenden fuego mi soledad.
Luces que opacan el sonido del silencio.
Una tristeza le sonríe a la vida
Una alegría con los ojos llorosos.
Una música-sombra, un oyente-luz.
Brotan del azul melodías de oro.
Hay una quietud con distorsión.
Un coro que canta los ecos de un grillo.
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