-Las palabras deben ser sonoras, con alguna melodía que haga posible la musicalidad de las frases. La frase es la estructura del mundo poético, las frases deben poseer la fuerza y la eficacia de una sentencia.
- Escribir impulsado por una fuerza, automática y misteriosa. Dejarse llevar por la caótica emoción, por la desordenada inspiración. Que las musas no tengan horario fijo y que se presenten a “trabajar” cuando a ellas se les cante.
-Corregir es un acto voluntario e indispensable, hay que hacerlo. No hay que alterar el contenido, hay que corregir la forma, ajustar la musicalidad cambiando palabras menos sonoras por otras que hagan música o lo que es mejor: corregir el ruido de ciertas palabras reemplazándolas por palabras más calladas. El silencio es necesario y tiene que estar bien repartido. Ni mucho ni poco. Hay que ser equilibrado, aun cuando se trata de locura y caos.
-La poesía debe aparecer en cualquier lado, la poesía está en todas partes, forma parte del mundo. Los poemas vuelan como mariposas, se posan en la brisa, acarician a los arboles, se sientan en los bancos de las plazas, besan a las chicas. La poesía trabaja incansablemente en el sudor de un hombre con una pala. La poesía tiene motor de combustión interna, funciona a explosión, el combustible es la banal cotidianidad, la existencia misma. Ahora ¿cómo se atrapa? ¿Cómo detectarla? No cualquier mariposa volando es poesía, no siempre la brisa lleva consigo unos versos, no siempre hay un poema de Neruda acariciando los arboles y en los bancos de las plazas a veces solo hay gente hablando de negocios y chicas que no se dejan besar por versos de Benedetti. No lo sé, la poesía es misteriosa y las musas no tienen horario fijo.