Les comento algo que me pasó hace un par de días atrás y que me dejó un tanto intranquilo. Estaba en el rio pescando, era tarde ya, como las 20:35, con la luz de la tarde extinguiéndose poco a poco, no así el calor sofocante que por esas horas se siente casi con la misma intensidad que a las cuatro de la tarde. De pronto, mientras me disponía a realizar un nuevo lanzamiento con mi caña con su anzuelo bien provisto de lombrices, vi que una botella flotaba en el rio, atrapada por un remolino en las raíces sobresalientes de un sauce. Su forma extraña y sobre todo el color metalizado del material me llamaron la atención. Era una botella de una largura poco común, parecida a un pepino. La mire con detenimiento durante unos minutos largos y decidí, impulsado por la curiosidad y ayudado por el calor, ir en su búsqueda. Me zambullí al río con mucho placer y antes de nadar hacia la botella di vueltas un largo rato disfrutando de la frescura del agua. Por fin nadé hasta el pozón arremolinado donde flotaba la botella y ayudándome con las ramas que colgaban del sauce tomé la botella y volví a la orilla.
Era realmente un objeto extraño, la marca comercial del producto, que al parecer era una bebida gaseosa, estaba impresa con una tipografía extraña y el idioma me era totalmente desconocido. Giré la tapita para abrir la botella y me fijé si contenía todavía algo de líquido. No salió nada liquido de su interior, pero al observar con mas detenimiento, cerrando un ojo y con el otro mirando por la abertura inferior, pude ver un rollo de papel atado muy prolijamente con una cintita roja. Sin mucho esfuerzo lo saqué del interior, le desaté la cinta y lo que había era un texto escrito en español que les reproduzco literalmente:
“Hola ser humano del pasado:
Te habla un ser humano del futuro. Estoy en el año 2095 y te escribo para contarte un poco como es vivir en estos días del futuro. A continuación te voy a describir a grandes rasgos lo que es esta humanidad de plástico con la que me toca desgraciadamente vivir:
En esta humanidad de plástico los sentimientos son artificiales, los corazones bombean aire, las venas están huecas.
En este futuro de plástico hay cabezas para el consumo ejecutando pensamientos mecánicos. Hay rostros con gestos autómatas de hombres inertes, hombres que padecen dureza en el alma.
En esta humanidad de plástico los hombres duermen y ya no sueñan. Han conseguido la máxima eficiencia del tiempo, el ocio ha sido erradicado.
Para conseguir esta tan anhelada humanidad de plástico, han alargado la vida en años pero han sacrificado el amor. Los hombres ya no se abrazan, no se toman de la mano, no son impactados por la furia incandescente de un beso.
La cultura de la humanidad de plástico es la cultura de la extrema superficialidad. Se les enseña a los niños que la apariencia es todo y que la apariencia nunca engaña. Por cada año de vida, es decir, por cada cumpleaños se les regala un nuevo combo de prejuicios, un manojo intacto de nuevas ideas preconcebidas.
No existe el arte en la humanidad de plástico. Tomando la idea de un libro de Ray Bradbury, prohibieron para siempre la lectura de libros, también por supuesto la escritura. A cualquiera que cometa el crimen de leer o ensayar tan solo la idea de escribir un cuento se lo condena a muerte. Por otra parte, distinto destino tuvo la música, quizá la forma de felicidad mas difundida en todo el planeta antes de la llegada de la humanidad de plástico. No sufrió la prohibición sino algo mucho peor: fue condenada al olvido. Para conseguir semejante objetivo se inventó una droga que al inyectársela a los recién nacidos, de forma obligatoria, se les borraba del ADN (o del alma), la posibilidad de interpretar, concebir o procesar eso que antes llamábamos música y que despertaba las mas diversas reacciones emocionales.
Esta siniestra humanidad de plástico aniquiló los bosques, consumió la totalidad de la vida en el mar y en los ríos, los peces comestibles y los no comestibles. Los cultivos ya no prosperaron, pues la tierra dejó de ser fértil después de la gran guerra de los drones químicos.
La población se redujo drásticamente a unos cientos de miles de habitantes desparramados a lo largo del mundo. Por supuesto, este número reducido de habitantes correspondía a integrantes de familias adineradas que pudieron pagar el monto altísimo que se requería para poder habitar en los refugios de atmosfera respirable. De alguna manera, que es extensa de explicar, no formo parte de esos refugios. Vivo junto a unos cientos de personas en un lugar marginal de esa siniestra civilización. Aquí, seguimos viviendo a la manera de los viejos tiempos. Nos gusta conversar mucho, contarnos cuentos, anécdotas, tocamos la guitarra, hacemos canciones, cantamos, reímos y cada tanto lloramos. También nos dedicamos a escribir y es prueba de ello esta carta, que no pretende ser más que un relato fiel de nuestro mundo. Tal vez también te sirva como advertencia, para estar más atento, para que de alguna manera no dejes que ese mundo tan diverso y hermoso que habitas en tu presente se convierta en este futuro oscuro y artificial.
Te saludo con la esperanza de que esto te llegue intacto y te impacte de manera positiva. Ya hemos enviado muchas cosas al pasado pero la verdad es que la tecnología de los agujeros de gusano es nueva, la maquina aun presenta fallas y no sabemos si lo que enviamos al pasado realmente llega. Espero que así sea. ”
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