Odio cuando mis poemas se llenan de abstracciones.
Odio que la locura de la forma no termine diciendo nada.
Odio mis palabras y también las amo, pero estoy enamorado de mis silencios.
Y en aquel amor tan callado es difícil ejercer la musicalidad.
Sometido a una soledad de acero, esclavo de mis obsesiones, de mis miedos, de mis demasiadas mañas.
Como un pez en una pecera, soy libre…pero hasta ahí.
Quiero ir hasta el fondo del poema, ahogarme en él.
Pero siempre estoy en sus bordes, circundándolo, rodeándolo, orbitando su misteriosa verdad.
Esa esfera perfecta que es el poema, se me niega, se me esconde.
Y yo, aunque mi cuerpo lo niegue, sigo siendo un niño y me estoy hartando de jugar a las escondidas.
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