Escribir lo que se siente con el lenguaje misterioso del adentro. El extraño trabajo de la poesía.
Escribir mundos, inventar los seres que lo habitaran, poner a rodar una historia. Esa maquinaria creadora de universos que no sucedieron pero que están ahí cuando lees.
Tenía 12 años y allí estaba ese libro que me parecía gigantesco, un francés con un nombre que no prometía nada: Julio Verne. Veinte mil leguas de viaje submarino… ¿tantas? ¿Para qué?
Lo que te atrapa no siempre te encarcela. A veces te libera.
Ya no sé cuantos libros leí, no sé cuantas historias pasaron, cuanta poesía fue la que realmente me conmovió. Seguro no fueron tantos libros, no pasaron muchas historias y debe haber sido muy poca poesía, pero el asunto es que me atrapó y al mismo tiempo me liberó.
Aunque no lo crean hay cierta especie de libertad en los libros, es como que uno volara cuando los lee.
Personajes que son lo que querías ser, palabras que hacen música, mundos orbitando el nuestro, no menos reales que este manojo de artificialidades.
Tengo ganas de leerme una biblioteca entera pero, a veces o casi siempre, soy la pereza en su máxima expresión, quisiera escribir mas cosas como ésta pero me cuesta muchísimo encarar la hoja en blanco y ganarle.
Se necesitan malos poetas decía Fogwill:
Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.
Cuando no se tienen ideas hay que vagabundear la hoja, darle vueltas al espacio en blanco, dibujar en él palabras que suenen, palabras que lloren, palabras que rían.
Intentar ser sutil y fracasar y terminar escribiendo trivialidades es por lo menos escribir algo.
Se necesitan malas entradas de blog como ésta, algunos tweets cursis que inspiren un futuro poema, se necesitan dadores de musas para un poeta muerto, para un mediocre sin profundidad, se necesitan latidos que pongan a funcionar un corazón animal que está perdido en el cuerpo de un moderno fracasado, herido por un lenguaje que no puede expresar.
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