sábado, 19 de julio de 2014

Primavera de palabras.

Se me vino encima la primavera de palabras.
Lluvia de frases y alas de mariposas.
Se me hizo brisa un huracán, un verbo calmó a la bestia.
La poesía derrotó al silencio. Espadas filosas penetraron, el mudo espacio del vacío.
Se me oxidaron los fracasos, murieron de sed mis océanos de la nada.
Florecieron en las sombras las estrellas de la noche clara.
Se me vino encima la eternidad del instante, se me aplastó el tiempo, fracasaron los relojes.
La exuberante, la caótica, la tormenta de palabras.
Las arremolinadas reflexiones, la abrumadora música desordenada.
Se gestan, se revuelcan, danzan en círculos, se escapan de las normas.
La caótica rebelión de las palabras. Palabras que no dicen nada o que dicen todo.
Soledades silenciosas, silencios que intentan una melodía.
Música, vaivén, explosión-estallido, pasos, caminos, zapatos, dinamita.
Canciones que eluden los caminos del pasado, del futuro incierto, del presente ausente.
Aplausos para el azar, que todo lo vuelve posibilidad. Manos al cielo en señal de libertad.
Alas de mariposa, seres alados del color.
Palabras que se montan en la brisa, palabras que en cualquier lugar aterrizan.

lunes, 14 de julio de 2014

Hacia una dirección.

Habría que ir hacia una sola dirección, hacia los sueños. Pero la realidad se bifurca, los caminos son infinitos y el hombre tiene que elegir. Estar atado a la libertad es justamente lo que nos libera.
“Se me hizo piedra el corazón, respiro igual”... ¿Con qué necesidad nos reprimimos, cuál es la intención de la civilización? Apagarnos.
La piel se siente mejor cuando de gallina se disfraza. Nuestro cerebro pide a gritos música en el corazón, melodías de guitarra y canciones que te hagan temblar el alma.
No hay nada como la nada y vos, el todo es imperfección. Estar solo, disfrutar de tu soledad y dejar que los silencios te trepen por la espalda.
Habría que ir en una sola dirección. Hacia ninguna en particular. Hacia todos lados y hacia ninguno a la vez. Hacia los sueños si es posible, hacia una realidad con matices oníricos, abriendo bien los ojos y soñando despierto

jueves, 3 de julio de 2014

Se necesitan dadores de musas para un poeta muerto

Demasiada verdad aburre, por eso la ficción, por eso la literatura.
Escribir lo que se siente con el lenguaje misterioso del adentro. El extraño trabajo de la poesía.
Escribir mundos, inventar los seres que lo habitaran, poner a rodar una historia. Esa maquinaria creadora de universos que no sucedieron pero que están ahí cuando lees.
Tenía 12 años y allí estaba ese libro que me parecía gigantesco, un francés con un nombre que no prometía nada: Julio Verne. Veinte mil leguas de viaje submarino… ¿tantas? ¿Para qué?
Lo que te atrapa no siempre te encarcela. A veces te libera.
Ya no sé cuantos libros leí, no sé cuantas historias pasaron, cuanta poesía fue la que realmente me conmovió. Seguro no fueron tantos libros, no pasaron muchas historias y debe haber sido muy poca poesía, pero el asunto es que me atrapó y al mismo tiempo me liberó.
Aunque no lo crean hay cierta especie de libertad en los libros, es como que uno volara cuando los lee.
Personajes que son lo que querías ser, palabras que hacen música, mundos orbitando el nuestro, no menos reales que este manojo de artificialidades.
Tengo ganas de leerme una biblioteca entera pero, a veces o casi siempre, soy la pereza en su máxima expresión, quisiera escribir mas cosas como ésta pero me cuesta muchísimo encarar la hoja en blanco y ganarle.
Se necesitan malos poetas decía Fogwill:


Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.


Cuando no se tienen ideas hay que vagabundear la hoja, darle vueltas al espacio en blanco, dibujar en él palabras que suenen, palabras que lloren, palabras que rían.
Intentar ser sutil y fracasar y terminar escribiendo trivialidades es por lo menos escribir algo.
Se necesitan malas entradas de blog como ésta, algunos tweets cursis que inspiren un futuro poema, se necesitan dadores de musas para un poeta muerto, para un mediocre sin profundidad, se necesitan latidos que pongan a funcionar un corazón animal que está perdido en el cuerpo de un moderno fracasado, herido por un lenguaje que no puede expresar.