La anormalidad como moda, la tendencia poco original de autodenominarse bipolar. Lo diferente, una mercancía más. Y en el fondo un boludo tratando de pertenecer.
El ser humano es, ante todo, un animal demasiado pelotudo.
Hacerse el complejo, el profundo, el sensible y en el fondo, o más bien desde la superficie, ser un tipo carente de todo sentimiento y escaso de pasiones. Un tipo que se pudre en su propio egoísmo y al cual le resulta imposible mirar y sobre todo escuchar al otro.
El hombre posmoderno, un animal encerrado en las redes sociales. Atrapado en la ciber-vida, en la aparente comodidad de la inteligencia tecnológica. Una especie de hombre que reproduce masivamente la resignación. “El mundo esta como esta y ya no va a cambiar” se puede leer en los ojos de estos hombres. Son los hombres Coca-Cola, los de “Nike es la cultura hoy”, hippies neoliberales, ecologistas cazando ballenas, rockeros línea MTV y en el fondo o mejor dicho en el centro del entramado cultural-virtual la vacuidad del hombre llenándose con la nada misma.
Leer es la única manera de volar sin tener alas. Escribir es construir tus propias alas, pluma por pluma. Escribir es destruir el paraíso y construir un infierno a la medida de tus demonios. Las palabras, los silencios, los odios, los miedos, los amores, todo me habla, todo me llama. De eso se trata esto.
viernes, 13 de septiembre de 2013
domingo, 8 de septiembre de 2013
Los amantes
Hay un par de miradas prendiendo fuego a la luna.
La noche incendiada de besos les sonríe a los dos amantes.
La tierra gira, creo, por el efecto gravitatorio del amor.
Emociones aladas, lágrimas que duermen en ojos profundos.
Fragmentos de recuerdos vagabundean en el aire oscuro de la noche clara.
Ellos se besan porque el mundo se derrumba y porque creen en la violencia del amor.
Ellos permanecen suspendidos, como queriendo permanecer por siempre.
Hay sin embargo algo que no pueden y es detener el tiempo. Tarde o temprano el amor se va.
Quedan los instantes, queda la efímera felicidad del amor, queda la eternidad.
La noche incendiada de besos les sonríe a los dos amantes.
La tierra gira, creo, por el efecto gravitatorio del amor.
Emociones aladas, lágrimas que duermen en ojos profundos.
Fragmentos de recuerdos vagabundean en el aire oscuro de la noche clara.
Ellos se besan porque el mundo se derrumba y porque creen en la violencia del amor.
Ellos permanecen suspendidos, como queriendo permanecer por siempre.
Hay sin embargo algo que no pueden y es detener el tiempo. Tarde o temprano el amor se va.
Quedan los instantes, queda la efímera felicidad del amor, queda la eternidad.
martes, 3 de septiembre de 2013
Sueños de mariposa
Cuando la mariposa despertó, luego de mil años de siesta, justo antes del amanecer recordó lo que había soñado:
Un reloj de pulsera se hamacaba en la eternidad, dos señores de corbata prometían el fin del mundo y un lugar bien acomodado en el paraíso para los buenos.
Había noches claras que hacían latir aceleradamente el tiempo y las calles caminaban caóticamente hacia todas direcciones.
Del cielo sudaban gotas gigantes y transpiraba cansado el sol, había espectáculos de huesos que ardían y esqueletos con alas, almas sin luz vagabundeaban en lo que quedaba del mundo.
De pronto lluvia de canciones oscuras alternadas con silenciosos ecos de susurros de insecto.
Hombres arboles de mecánico metabolismo se comían vorazmente el pasto violeta y nacían de sus raíces pequeños animalitos de formas irregulares.
Una década entera soñó que era por siempre una oruga y que al comerse la galaxia vomitó estrellas y lunas durante 50 mil años.
Pasó un siglo entero con miedos de mosca con mil ojos paranoicos temiendo el manotazo de algún hombre en algún mundo.
Felizmente recordó aquel pedazo de sueño en el cual por unos segundos el universo todo era flor y las tormentas eran de néctar, el sol una enorme margarita y la luna una gigantesca amapola.
Luego de recordar analizó su situación, reflexionó sobre su condición de insecto alado existencial y luego de unos segundos la decisión estaba tomada. No vendría mal una nueva siestita de otros mil años.
Un reloj de pulsera se hamacaba en la eternidad, dos señores de corbata prometían el fin del mundo y un lugar bien acomodado en el paraíso para los buenos.
Había noches claras que hacían latir aceleradamente el tiempo y las calles caminaban caóticamente hacia todas direcciones.
Del cielo sudaban gotas gigantes y transpiraba cansado el sol, había espectáculos de huesos que ardían y esqueletos con alas, almas sin luz vagabundeaban en lo que quedaba del mundo.
De pronto lluvia de canciones oscuras alternadas con silenciosos ecos de susurros de insecto.
Hombres arboles de mecánico metabolismo se comían vorazmente el pasto violeta y nacían de sus raíces pequeños animalitos de formas irregulares.
Una década entera soñó que era por siempre una oruga y que al comerse la galaxia vomitó estrellas y lunas durante 50 mil años.
Pasó un siglo entero con miedos de mosca con mil ojos paranoicos temiendo el manotazo de algún hombre en algún mundo.
Felizmente recordó aquel pedazo de sueño en el cual por unos segundos el universo todo era flor y las tormentas eran de néctar, el sol una enorme margarita y la luna una gigantesca amapola.
Luego de recordar analizó su situación, reflexionó sobre su condición de insecto alado existencial y luego de unos segundos la decisión estaba tomada. No vendría mal una nueva siestita de otros mil años.
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