domingo, 10 de junio de 2012

El eventual mundo y la luna naranja


Las palabras caen de gota en gota sobre la hoja digital.
El reloj da las cinco y veintiséis y yo me preocupo por los mareos molestos que me inquietan.
La perdida de tiempo también me preocupa pero la danza hipnótica de la rutina me hace seguir.
Me olvido pronto de los mareos y vuelvo a viajar.
Esquivo las luces y me refugio en las sombras.
Soy una enfermedad para mi integridad física y en este momento no necesito mucho de mis neuronas.
Las alas aparecen en mi espalda y las palabras vuelan, es fácil atraparlas, es fácil agruparlas.
Escapo de la rima y de la música, me voy por cualquier camino, me pierdo, me gusta hacerlo de vez en cuando.
Me disipo en las sombrías ventanas que se abren y mi vapor forma una casa de muchas puertas.
De pronto la puerta más grande se abre y sale de allí una gran vaca de tres cabezas.
Demonios pequeños saltan a su lado, son simpáticas sus risas y revolotean alrededor del eventual mundo.
La incertidumbre aparece de un chispazo y reparte certezas a los invitados, sirve en bandejas las cabezas de la vaca ya sacrificada y esparce su sangre azul por todo el espacio.
Mientras tanto el intermitente cielo fucsia dibuja una luna naranja con aromas de limón, y yo corto en rodajas la tierra y me esfumo entre las cenizas que invaden el aire.

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