Cuando uno es un pendejo anhela una poesía zarpada en nenúfares, ninfas y metáforas lunares. Con el tiempo uno va leyendo y la ignorancia ya no impacta tanto, entonces se pone la remera de la humildad y de la simpleza del lenguaje. Se abandonan las metáforas y los versos suenan a charla de mates entre amigos.
Pero cuál es la poesía verdadera, existe acaso. Cuál es la posta: la zarpada en retórica y riqueza intelectual, la de las emociones cargadas de adjetivos, la de experiencias vividas y transcriptas a la hoja y que al leerlas se sienten con la piel. Es obvio que no tengo la respuesta, pero me abundan las perplejidades y estoy hasta las bolas de preguntas. Lo cual es bueno, porque por eso escribo, porque por eso leo.
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