sábado, 23 de marzo de 2019

El llorón

De tanto juntar tristeza se le salía el llanto en el habla, las palabras emergían quebradizas, lagrimosas, insoportablemente lloronas.
Nadie sabía de dónde venía esa tristeza y cuando le preguntaban afirmaba que la había heredado de antepasados milenarios, que aquel inevitable llanto venía de una sangre primitiva de melancólica pasión y de enmarañados dramas a lo largo del tiempo. 
Y es que lloraba por todo; por los perritos callejeros que pasan hambre y frio y tienen mirada tristona, por los niños inocentes de guerras pasadas, presentes y futuras, por potenciales huérfanos y por huérfanos ya concretados, por las madres y padres que lloran hijos perdidos, por el cielo que se nubla y no deja brillar el sol, pero también por el sol mismo que se quema a lo bonzo y algún día se apagará. 
Lloraba por el salvaje capitalismo que carcome naciones enteras. 
Lloraba por la falsa democracia y por los regímenes que fueron, son y serán totalitarios. 
Lloraba por la música que nadie compone y se encuentra silenciada en el fondo de las almas. 
Lloraba por la poca creatividad que enferma al mundo, por la falta de belleza, por el exceso de vulgaridad, por el poco estilo, por los muchos falsos artistas y los muy poquitos verdaderos. 
Lloraba porque ya nadie llora, porque todos nadan y flotan en una idiota marea de felicidad. 
Lloraba mientras leía, mientras tomaba mate y mientras dormía. Algunos sospechaban que incluso en sus sueños se encontraba todo el tiempo llorando. 
Lloraba frente al televisor, con películas tristes, pero también con las comedias, lloraba viendo series, lloraba al comienzo de la temporada y al finalizar la misma, lloraba capitulo por capitulo e imaginaba en su cabeza capítulos alternativos con los cuales también lloraba. 
Y en cuanto a sus lecturas, bueno, eran un océano de llanto. Y es que le pintaba llorar con los cuentistas; Borges, Cortázar y Artl, pero también con los poetas; Girondo, Pizarnik, Juarroz, Neruda, Huidobro y hasta con Nicanor con el cual no debería llorar sino reír. 
Y cuando consumía alcohol en cantidad, lloraba con más dedicación que nunca. La cerveza lo ponía reflexivo y autocrítico, pero el vino, el vino lo hundía definitivamente en los abismos de la existencia, desde ahí se perdía en los lamentos, rompía en sollozos y explotaba de angustia. 
Un día lloró tanto que de sus ojos ya no salieron lágrimas, se habían terminado para siempre. Una larga sequía se anunciaba. El llorón se miró al espejo, sus ojos rojos e hinchados se destacaban en la pulida superficie. Se encontró ridículo, no podía creerlo, era más joven de lo que pensaba, hasta parecía fuerte, lleno de vitalidad, aunque despeinado y barbudo, al estilo linyera. De pronto una leve mueca, a continuación, una tímida sonrisa, finalmente una carcajada delirante, ruidosa, contagiosa y liberadora. Se dio cuenta que lloraba de nuevo, pero que ahora lloraba de la risa. 
Al parecer ya nada tenía importancia, su reflejo en el espejo fue como un sopapo liberador. De pronto las cosas carecían de sentido, perdían su densidad, su composición, su firmeza conceptual. La risa sanadora le hizo restaurar su lucidez. Comprendió que era uno más del montón, único, irrepetible e irrelevante, especial y sin importancia al mismo tiempo. Era volátil y terrenal, efímero y eterno.

jueves, 21 de marzo de 2019

Porque por eso escribo, porque por eso leo.

Cuando uno es un pendejo anhela una poesía zarpada en nenúfares, ninfas y metáforas lunares. Con el tiempo uno va leyendo y la ignorancia ya no impacta tanto, entonces se pone la remera de la humildad y de la simpleza del lenguaje. Se abandonan las metáforas y los versos suenan a charla de mates entre amigos. 
Pero cuál es la poesía verdadera, existe acaso. Cuál es la posta: la zarpada en retórica y riqueza intelectual, la de las emociones cargadas de adjetivos, la de experiencias vividas y transcriptas a la hoja y que al leerlas se sienten con la piel. Es obvio que no tengo la respuesta, pero me abundan las perplejidades y estoy hasta las bolas de preguntas. Lo cual es bueno, porque por eso escribo, porque por eso leo.