Entrar en conflicto con el ser por una insignificancia, ponerse a discutir a los gritos con el ser, enojarse con el ser, querer cagar a trompadas al ser, reconciliarse con el ser, disculparse con el ser y que el ser no acepte tus disculpas. Entonces comenzar nuevamente el ciclo y enojarse nuevamente con el ser y recagarlo a puteadas, mandarlo a la mierda, que te mande él a la mierda y finalmente calmarse por la noche y abrazarse al ser en un gesto de tregua y amistad.
Pero no es fácil apagar un infierno de tal magnitud, no alcanza con gestos llenos de buenas intenciones, hay brasas encendidas y un nuevo incendio siempre es inminente. Cualquier chispita, cualquier palabrita dicha en tono irónico, cualquier sarcasmo seguido de una risita desata el fuego. Y de nuevo un encontronazo con el ser, un encontronazo con uno mismo.
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