Desde la distancia cualquier gil parece piola, el tema es mantener la piolez en la cercanía.
Los boludos siempre quieren comerse el mundo, aun antes de aprender a masticar.
Cuál es la gracia de ir a tanta velocidad si en la lentitud las cosas se nos revelan con más profundidad.
La idiota virtualidad entorpece la real idiotez y la naturaleza patética se cuadriplica.
Ya no necesitamos que nos enseñen el mundo, pues hay un espejo que lo refleja, una pantalla ilusoria reflejando universos ilusorios. El ser humano se volvió un dibujito animado en un mundo paródico.
Qué quedará de lo que aún nos queda, si vamos más rápido que el futuro, en esta patética carrera hacia la nada.
Vamos veloces hacia un lugar llamado “no sabemos dónde”, queremos ser los primeros en ver la nada misma, queremos comentar la espectacularidad de la tan absurda vacuidad.
El delirio colectivo nos quiere instruir en la cordura, nuestras cabezas, sumisas y cuadradas, obedientes desquiciadas, incorporan sin esfuerzo la teoría caótica de la demencia.
El bodrio musical me empuja a los setenta, sonidos ásperos, ruiditos de guitarra, dejo entonces de escribir estas máximas pretenciosas y reflexiones rebuscadas y me relajo, suena Zeppelin.
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