miércoles, 13 de noviembre de 2013

De oscuridad, sombras y lunas opacas.

Todos quieren su pedacito de eternidad, un instante que comprenda todos los instantes, algo que sea lo todo.
Es tan fácil ceder espacio, tan difícil no tentarse.
Venenos que son exquisitos, sabores dulces de una vida miserable.
Tengo ganas de infiernos diversos, de abandonar los cielos comunes de la comodidad.
Quiero incendiarme, vivir sin planear el mañana, ir instante por instante, minuto a minuto, dejar que todo fluya y que sea lo que la casualidad, el azar o esa cosa que llaman suerte quiera que sea.
Voy al compas del tic tac, bailando en el presente, tambaleándose mi corazón en este esqueleto frágil de huesos débiles, corroídos por la rutina, carcomidos por el no poder ser.
Vomitando melancolías de solitarias tardes donde la única y puta compañía es una pantalla de binarias codificaciones que el hombre artificial ha creado para desenchufarse del mundo.
Alas, ¿donde encuentro esas alas necesarias que me manden a volar?
¿Donde están? ¿Quien las vende? ¿Quién es el que guarda celosamente ese tesoro?
Noches y más noches, oscuridad que engendra solo sombras y lunas opacas, estrellas que se cansaron de brillar.
No hay nubes en este cielo, esta tan clara esta oscuridad, esta tan definidamente definido mi destino.
Me da miedo ya no tener miedo, me da miedo ya no poder temblar. Me asusta tanto la idea de seguir viviendo en estas sombras.

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