Siento que Pizarnik me duele cada vez que la leo,
y que me resulta hechizante su lúgubre tristeza
y que soy un fanático de su apasionado dolor.
Siento que ella era un poema a la orfandad del lenguaje,
Una oda en verso libre al sentimiento trágico del existir.
Siento que buscaba un jardín donde dormir y soñar y siento
que fue por él y lo encontró.
Una mezcla de ansiedades me quita el sueño y me hace proliferar pensamientos sobre mi futuro. Y lo concreto es que no veo mucho en mi mañana, salvo las inseguridades del presente proyectándose.
La verdad de la poesía está en el silencio
y últimamente soy puro ruido.
Pero sueño con días mejores
de palabras calladas como soles.